Cenicienta y la formación de la sensibilidad romántica de las niñas
Acabo de ver esta imagen circulando en Facebook.
Es la carátula de un cuaderno marca Standford (la marca es una copia del nombre de la famosa universidad estadounidense, imagino). En su página en Facebook encuentro carátulas de todo tipo, dirigidas a niñas y niños y también a adolescentes. Los diseños se centran por lo general en imágenes de personajes de dibujos animados para niños creados en los Estados Unidos y de cantantes y actores juveniles también estadounidenses. No todas tienen el mismo estilo, hay mucha variedad que incluye diseños que aluden a narrativas muy actuales y otros como el de la carátula presentada que alude a una narrativa bastante conocida, un clásico de la narrativa infantil.
Me interesa analizar el contenido de esta carátula y discutir un poco el tema de la educación de la sensibilidad de niños y niñas. Los niños aprenden de todo, todo el tiempo, y aprenden especialmente de los cuentos, que a través de la fantasía y la estimulación de su maravillosa capacidad imaginativa, les hablan de la realidad. Para los niños no hay división nítida entre fantasía y realidad y transitan entre una y otra con envidiable facilidad. (Una reflexión al margen: en nuestro camino a la adultez perdemos de a pocos esa capacidad de tránsito, que va quedando reservada para pintores y dibujantes, literatos, músicos, actores y en general artistas, a quienes se les permite socialmente desplegar su “creatividad”, o la capacidad de construir mundos en los que fantasía y realidad se integran. Los demás, los que no ejercemos profesionalmente nuestra creatividad sino que trabajamos con nuestra fuerza o con nuestra razón, tenemos que rescatarla en los márgenes de nuestra vida, en los juegos y en la apreciación artística.)
Volviendo al tema, las imágenes y narrativas aleccionadoras (los cuentos, las películas, los posters y carátulas, las obras de teatro, entre muchos otros formatos) son instrumentos para la formación moral y emocional de niños y niñas, son medios a través de los cuales les decimos qué es bueno y qué es malo, tanto en términos de sus acciones como de sus sentimientos. Les enseñamos a comportarse y a sentir “correctamente”, de acuerdo a algún código invisible al que es muy difícil acceder en su integralidad y que se manifiesta de a pocos en cosas como la carátula en cuestión.
Esta carátula es entonces un instrumento de formación, dirigido a niñas, que incide en su sensibilidad romántica. Contiene un conjunto de significados y mensajes orientados a moldear la identidad de género de las niñas a través de: 1) la proyección de una imagen que se propone como ideal de belleza y que difícilmente coincidirá con la que las niñas encuentren en el espejo, generando así una auto-sensación de lejanía del patrón de belleza; 2) la alusión a una idea de felicidad que se fundamenta en el ascenso socio-económico por la vía del matrimonio heterosexual; y 3) pautas para el comportamiento orientadas a producir la elusiva auto-imagen que permitirá conquistar la inalcanzable felicidad. El mensaje de fondo es que las niñas deben prepararse para competir con otras niñas asumiendo que ganarán si son "las más bellas" y, por supuesto, que Cenicienta encarna el ideal de belleza.
Un poco de análisis del discurso y la imagen ayudan a entenderlo.
Ante todo, la carátula del cuaderno simula ser una carátula de revista “femenina” con consejos prácticos para la audiencia, en este caso infantil. Las revistas femeninas siempre tienen al romance, la sexualidad y la pareja como temas centrales y esta pseudo-carátula de revista no es la excepción.
Ya dentro de la carátula, al centro de todo, la imagen de Cenicienta, que obviamente hace referencia directa a la muy conocida narrativa de la heroína esclavizada que mágicamente logra la oportunidad de transformar su imagen (harapienta) de mujer pobre en la de una mujer que podría pertenecer a la nobleza (vestido de fiesta y guantes largos, joyas, maquillaje y estilizado peinado, gestos y movimientos refinados). Cenicienta deja atrás las injusticias de la vida (el maltrato en el hogar y la pobreza) para casarse con un príncipe que se enamora de ella por su belleza y garantizará que en adelante no le falten lujos ni engreimientos. Cenicienta logra la felicidad por la vía del matrimonio con un hombre adinerado y poderoso, pero para lograrla necesita convertirse en una mujer bella. He ahí la moraleja, es un cuento sobre como hacer para ser feliz.
En la carátula la imagen viene bien sazonada de recetas prácticas e información útil que recoge las últimas tendencias, tal y como se nos anuncia. Se nos dice implícitamente que aunque este ideal de belleza y felicidad tenga muchos años (la primera publicación data de 1697, ¿cuántas abuelas, madres, tías y contemporáneas nuestras han sido educadas con esta historia?), requiere actualización en cuanto a las formas de adquirir la ansiada belleza y esa es justamente la promesa de esta pseudo-carátula.
Pasemos ahora a las recetas e información. En primer lugar tenemos una receta para alcanzar la perfección corpórea logrando una talla de número ínfimo, como la de Cenicienta. Delgada y con una cintura que solo se logra con corsé y dietas permanentes, la sonriente imagen impone un ideal perfectamente inalcanzable que conlleva altas cuotas de sufrimiento. Lo peor de todo es que ese sufrimiento será auto-inflingido a través de esos mágicos “5 pasos” que prometen lograr la ansiada transformación de la imagen en el espejo a la de Cenicienta. A todas luces un imposible que garantiza la frustración.
El segundo tema es el de la envidia. Se informa que aunque la historia de Cenicienta suene profundamente irreal (sobre todo en estos tiempos en que ya casi no hay príncipes ni princesas) sí existe la envidia en el hogar y se ofrecen “casos de la vida real” para probarlo. Se dice a las niñas que, como Cenicienta, deben aprender a navegar la envidia de sus hermanastras y competidoras por el amor del príncipe. ¡Cuidado niñas! Las hermanas, medias hermanas, primas y quizás hasta las propias amigas son enemigas potenciales cuya envidia hay que considerar. Vaya forma de generar antipatía entre las propias niñas y bloquear la supuestamente natural solidaridad de género.
El tercer y último tema contiene una lección y consejos prácticos. La lección es que la niña está sola en el proceso de embellecerse (“sé tu propia hada madrina”), para lo cual se ofrecen consejos prácticos que, imagino, tienen que ver con aprender a utilizar maquillaje, peinados, moda, accesorios y todo lo que parece que ayudó a Cenicienta a transformarse de harapienta en princesa. Enfocados en producir UNA imagen de mujer bella, se trata de herramientas que ayudan a ocultar el verdadero rostro y cuerpo y resaltar más bien la irreal imagen de belleza de Cenicienta.
Bien mirado, se trata de todo un recetario para la infelicidad y el desengaño, habida cuenta que con el bombardeo de imágenes estereotipadas se limita a las niñas desde bien temprano en sus formas de actuar y sentir con libertad, así como se limitan sus posibilidades de descubrir, conocer y proyectar con seguridad su propia identidad y sensibilidad, porque se les dice que no hay libertad para imaginar lo propio o distinto, sino que ya está dicho cómo se debe ser y qué se hace para ser feliz.
Me sorprende que al cabo de tantos años sigan vigentes estos estereotipos. Es cierto que su difusión y la emisión de los mensajes y significados aquí analizados no implica que haya adopción o internalización directa y fiel por parte de las niñas. Después de todo, existen la agencia, la rebeldía, la reinterpretación y la reapropiación de significados. Pero todo esto no quita que sea notable la fuerza y vigencia de estereotipos de femineidad y masculinidad absolutamente limitantes como el que aquí he descrito. Veo en esto una muestra de la importancia y vigencia del enfoque de género para el análisis social y político de las formas de construcción de nuestras identidades.