¿Qué nos dejó el primer año del gobierno de Ollanta Humala?
No ha sido un buen año ni un buen inicio, qué duda cabe. Después de un discurso presidencial que auguraba cambios moderados en el modelo económico pero muy significativos en el manejo democrático de las relaciones entre Estado y sociedad, llegamos a este 28 de julio sintiendo que ha pasado mucho más tiempo por la cantidad de cosas que han ocurrido y por la intensidad de los hechos. ¿Qué importancia y significado tienen hoy la invocación al espíritu de la Constitución de 1979 que hiciera Ollanta Humala al asumir el poder? Pareciera que ninguna, aunque en su momento creara fuertes olas reactivas, un debate en torno al tema de la reforma Constitucional, y la sensación de que sí se apostaba con claridad y estrategia por un modelo de democracia con justicia social. Quedará en nuestra memoria histórica como un gesto simbólico no refrendado en los hechos para con ciertos sectores sociales que apoyaron la candidatura de Humala.
Mucha agua ha corrido bajo el puente en la escena política nacional en solo doce meses y conviene pensar en qué situación nos encontramos al inicio del segundo año. Habrá tiempo luego para analizar los cambios ministeriales (está por verse en la práctica si será “el gabinete del diálogo”) y el propio discurso presidencial. Por ahora me parece importante reflexionar sobre algunos hechos que considero significativos porque delinean los contornos de la escena socio-política actual. Y como también ha sido un año prolífico en la producción de crítica política a través de la gráfica, creo que es sugerente hacer un recuento ayudándome de viñetas, arte gráfico y carteles que todos hemos visto circular.
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El hecho más saltante es el llamado “giro a la derecha” del gobierno de Humala, a muy pocos meses de asumido el mando. Mucho se ha especulado sobre si el Presidente fue secuestrado por los poderes fácticos, sobre si se vendió o fue cooptado por ellos, si fue culpa de los líderes de izquierda que inicialmente lo acompañaron al retirarse muy pronto del gobierno… Podemos elegir la versión que más nos guste pero no cambia el hecho de que el giro se produjo y se expresó en acciones muy visibles que luego analizaremos.
Ese cambio en la orientación política generó, después de la sorpresa y hasta incredulidad, fuerte indignación entre los grupos sociales que hicieron posible la victoria electoral y apostaron por La Gran Transformación. Luego de pugnas y forcejeos más o menos públicos al interior del Ejecutivo, a todos pareció quedar claro que el gobierno abandonaba las líneas matrices de su proyecto para instalarse en una línea de continuidad económica y política. La reacción no se hizo esperar y hemos escuchado con fuerza la palabra “traición” para calificar el abandono de La Gran Transformación. Como consecuencia, el distanciamiento entre el gobierno y los sectores sociales y políticos que constituyeron su fuerza en el contexto electoral es muy grande y el gobierno, particularmente el Presidente, parece hoy aislado.
A falta de una visión clara y estratégica para impulsar su nuevo programa de gobierno, enarbolando un ralo discurso sobre las bondades del pragmatismo y los técnicos frente al liderazgo político en la administración del Estado –discurso que nos hizo recordar al Fujimorismo-, el gobierno optó prontamente por aplicar una política de mano dura en la gestión de los conflictos sociales, especialmente de los llamados conflictos socio-ambientales.
La política de mano dura se implementó sin contemplaciones por los derechos civiles y los derechos humanos de ciudadanos peruanos, por el debido proceso, y por la autonomía de los gobiernos regionales y locales. El saldo de esta política ha sido trágico y hoy contamos 17 ciudadanos peruanos asesinados y cientos de heridos en el contexto de las protestas y movilizaciones a través de las cuales se expresan y actúan quienes no tienen representación política en el sistema.
Los medios masivos de mayor circulación apoyaron entusiastamente la aplicación de la política de la mano dura reclamando “orden” y “autoridad” en el manejo de la conflictividad social. Algunos lo hicieron indecentemente, sin ninguna contemplación por los costos sociales y humanos, ni por la dignidad de las víctimas y sus familias.
Y sin embargo, la política de la mano dura no acabó con las protestas. La capacidad de agencia y organización política de las organizaciones sociales se hizo visible durante todo este primer año, alcanzando picos importantes de movilizaciones pacíficas que pusieron en la agenda nacional temas que el gobierno prefería no abordar.
El reconocimiento de la importancia de esa agenda pendiente pero imprescindible motivó importantes niveles de articulación social a nivel nacional que se expresaron una vez más desde las calles. En febrero, la exitosa Marcha por el Agua fue muestra clara de que sí hay temas que generan acuerdo y articulan acción política a nivel nacional, incluyendo Lima.
También reaparecieron en la escena pública grupos muy bien organizados que luchan por la impunidad y el olvido, aunque desde distintas opciones ideológicas y con estrategias diferentes. MOVADEF intentó su inscripción como partido político para poder avanzar con sus reclamos de impunidad desde la esfera política, y hace sólo una semana el Fujimontesinismo a través de sus operadores en el Poder Judicial intentó una vez más excarcelar a los líderes y ejecutores de crímenes de lesa humanidad: Vladimiro Montesinos, Alberto Fujimori, varios militares corruptos y golpistas, y al Grupo Colina. Los reflejos sociales y políticos demostrados frente a los embates de quienes buscan la impunidad han sido de distinto tipo, en un caso más rápidos y articulados que en el otro, pero se han dado. Queda claro que en el futuro inmediato tendremos que estar atento y bien organizados para enfrentar nuevas arremetidas de estos grupos.
En medio de todo esto, reapareció con fuerza la campaña Marca Perú generando emoción en unos y amargura en otros. Los encendidos debates alrededor de la campaña y sus significaciones sociales y políticas revelan la vigencia de importantes fracturas en nuestra sociedad, visiones antagónicas que no encuentran espacio de diálogo y que reavivan la discusión sobre las características del proyecto nacional.
A la vuelta de un año la desconfianza en la clase política y en el sistema democrático han aumentado, recordándonos una vez más que la democracia electoral es altamente insuficiente.
Nos espera harta chamba en el año que viene para remontar la fuerte polarización social que nuevamente vivimos y recomponer las relaciones entre Estado y sociedad, mientras hacemos frente a la ofensiva de quienes luchan por la impunidad y la arbitrariedad en el Perú. A ver cómo nos va.