Ayer por la mañana, remoloneando aun en la cama, Alonzo abrió sus enormes ojos y me dijo: “¡mamá quiero escuchar a Cenizas!”. ¿Cenizas? No conozco a ese grupo, le dije. Él repetía el nombre y trataba de explicarme que lo habíamos visto en un concierto. ¡Uchpa! le dije. ¡Sí! Corrió a poner su CD, que ha sido mío por años y que ahora le he regalado. Uchpa a todo volumen un viernes por la mañana y baile de madre e hijo en la sala de la casa.
“¿Cuándo va a ser otra vez el concierto ese en el parque en el que tocó Uchpa?” Me quedé pensando unos segundos cómo decirle que ya no va a haber Lima Vive Rock porque el alcalde que ahora tenemos quiere desaparecer hasta el recuerdo de lo que ha sido, indudablemente, uno de los grandes aciertos de la gestión de Susana Villarán: el desarrollo de un proyecto y una política de gobierno para la expresión de nuestra diversidad cultural y artística en la ciudad.
No es que todo sea perfecto en ese proyecto y plan, pero ahí sí ha habido una visión de ciudad y mucho trabajo con excelentes resultados en poquísimo tiempo, con casi todo en contra. Nuestra ciudad –no solo su centro geográfico y hegemónico- lo ha vivido. Y eso cuenta.
El nuevo alcalde no tiene plan de trabajo porque no tiene un proyecto para la ciudad. En general. En ese marco, la gestión cultural parece ser de lo menos importante. Y de ninguna manera quiere darle continuidad al proyecto y planes del gobierno de Susana Villarán. Eso, en el pragmáticamente cínico mundo de la política electoral, es una estupidez. Obvio.
¿Y nosotros? ¿Tenemos realmente que permitir que Castañeda gobierne como si hubiera recibido un cheque en blanco, evadiendo las sesiones de Concejo y las explicaciones públicas sobre el cierre de programas y oficinas que son un beneficio para tantas y tantos ciudadanos de Lima? No pues. Es nuestra ciudad, es nuestro dinero, son nuestras “obras”, nuestros parques y nuestro deseo de tener la mayor cantidad posible de espacios públicos y gratuitos para la expresión cultural en sus múltiples formatos artísticos.
No solo yo lo entiendo así. Alonzo, mi hijo de seis años, también me reclama esos espacios que hemos compartido como familia. Por eso marchamos mañana, en familia. Nosotros también queremos cultura.
Aquí la ruta de la marcha.